Yo lo hice en un bar llamado El Muelle, ahí mismo vi el partido. Llegué ahí sin querer. Primero entré al Chevys, pero no había mesa, me crucé la calle y en el Pelícano me tuvieron junto a mi esposa y un amigo como cinco minutos en la puerta, porque nos estaban confirmando si había mesas libres, mientras ingresaba gente que tenían la suya reservada.
Me impacienté y les dije que nos fuéramos al Muelle, que queda al lado del Chevys. Ingresamos y nos sentamos, tres televisores nos rodeaban y escuchábamos muy bien la narración, detalle que se pierde en el Chevys.
Bien, las bocas son buenas, todas valen $2.50, y casi son un plato de comida. El megabalde de 12 Pílsener vale $8.75.
Después del juego, solo pasamos ahí unos minutos y nos fuimos a casa, contrario a otros que decidieron seguir celebrando. Me refiero no solo a aficionados, sino también a seleccionados, entre ellos Cheyo Quintanilla, quien fue visto en bares de La Gran Vía .
Si bien el juego no fue el mejor y El Salvador no mostró un gran fútbol, ya está en la hexagonal.
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